En ese libro de contabilidad casi todo está escrito en verde, aunque una que otra vez hay tinta negra o azul. En verde acostumbraba a escribir León de Greiff. Con verde les hacía anotaciones a los libros que leía y les ponía un número –que coincide con ese libro en el que llevaba el inventario– y una fecha, que era cuando empezaba a leer. A veces, entre páginas, escribía otras fechas, de cuando dejaba de leer y y de cuando volvía y seguía. Son, parece, en las que el escritor cerraba y abría el libro.
El primer autor que aparece en la lista es Shakespeare, y el nombre de la obra, en francés, como aparece con muchos, Les comedies. Después llegan otros, como Homero, y muchas veces, Edgar Allan Poe, hasta que la lista se cierra en el número 6.105, con Canguro de Lawrence D.H.
Más de 600 libros –todavía la cifra no está exacta– de esa biblioteca del escritor estaban hasta hace seis meses con su único hijo vivo, Hjalmar, quien decidió donarla a la Sala Patrimonial de la Universidad Eafit. Después de que él mismo los organizara y empacara, 18 cajas de libros, que antes estaban en un lugar que Hjalmar tenía para ellos en Villa de Leyva, llegaron a la sala, donde están desempacando, verificando el estado de conservación, revisando los títulos, para en junio empezar el proceso de clasificación y que el público pueda acceder a ella.
Están, también, sorprendiéndose. “Es un gusto tener entre las manos los libros que el maestro leyó, rayó, comentó, que es lo que uno puede leer en la huella –explica María Isabel Duarte, coordinadora de la Sala Patrimonial–. Siempre hemos mirado una parte de su obra, pero es una gran oportunidad de ver otra faceta. Inclusive hay unas obras de principio de siglo, cuando era muy joven, de todo ese proceso que empezó a sufrir y el gusto por la escritura. Uno puede seguir, por la fecha en que los adquiere o los lee, qué estaba leyendo”.
Las bibliotecas de autor, como algunos las conocen, no solo permiten una mirada a las influencias del escritor y a sus anotaciones muchas veces, sino, incluso puede ser, a la época. Con la de León de Greiff, en la que se encuentran clásicos franceses, ingleses y alemanes y en general nuevas corrientes que se leían en Europa, se rastrea, señala María Isabel, lo que pasaba en la ciudad.
“Hemos encontrado en los libros sellos de librerías que había en Medellín y casi que eso le permite a uno vislumbrar que aquí llegaba mucha literatura en su idioma original. Mucho francés, mucho alemán, obvio obras traducidas. Eso se convierte en una fuente riquísima de investigación para conocer otras facetas no solo del maestro sino del mundo”.
En esos estantes encontraron además filosofía, escritores colombianos, libros con dedicatorias, primeras ediciones, muchos de música. Dos cajas son con partituras del maestro.
La coordinadora recuerda que Hjalmar les contó que muchos libros el escritor los regaló, por eso no están todos los que pasaron por su biblioteca que, según sabe María Isabel, estaba hecha de pilas de volúmenes. Parecían desordenados, pero estaban en su orden. Cuando alguien le pedía alguno, lo encontraba.
Otra parte de la biblioteca de este autor que nació en Medellín está en la Biblioteca Pública Piloto. Llegó en 1997, en 72 cajas de cartón, con más de 2.000 libros por voluntad de sus hijos Boris, Hjalmar, Astrid y Axel. “Hay de todo en materia literaria: obras de alto vuelo y novela ligera –se lee en un boletín de archivo de la biblioteca–; poesía y prosa; teatro y libros de viajes; arte y biografía; ensayo y cuentos de hadas; historia y música. Porque de todo ello se nutría su ‘espíritu errabundo’, su ‘espíritu gozoso’, tanto como su ‘cuerpo impetuoso’ devoraba mundo, y lo que leyó es la huella de un viaje y la cifra, seguramente, de buena parte de su mundo poético”.