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23/04/2025



“Mis profesores de Literatura de EAFIT: un faro que me alumbra y abriga”

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En la imagen dos de los profesores que han acompañado a Susana: Constanza Botero, de Textos e Hipertextos; y Gregorio Herrera, de Anatomía del Libro

• Susana Jaramillo está en tercer semestre del pregrado en Literatura y, desde este 2025, nos acompaña como monitora del área de Contenidos. En esta ocasión, y a propósito del Día del Idioma, nos regala una semblanza sobre los profesores que la han acompañado en su proceso de formación.

• En su texto, de manera general, la estudiante habla de esos profesores que no solo enseñan contenidos, sino que abren caminos, inspiran y despiertan la sensibilidad, el pensamiento crítico y el amor por la palabra, convirtiéndose en guías que siembran palabras y despiertan sentidos.

La literatura es una casa que se lleva en los hombros. Es una espiga que se entierra en las manos, se adhiere a la piel y lo cambia todo. Es un respiro, un elefante, un cielo, un niño que ríe y una silla. Pero en especial, la literatura es un camino que parece no tener terminación, que avanza infinitamente y que sólo existe cuando se transita: antes de caminar no hay camino, el camino se va abriendo al mismo tiempo que los pies. Y así, la literatura siempre está llena de gente que nos van llenando los bolsillos de palabras y de mañanas. 

Los profesores de Literatura de nuestra Universidad EAFIT hacen parte de ese camino literario que llena los bolsillos de palabras y que abre posibilidades de interpretación del mundo. Ellos convocan, con su ser y su hacer, a una defensa de la lectura y de la escritura como manera de tratar de ir más allá, de ver qué hay al otro lado, de escarbar en la maleza de lo cotidiano para encontrar sentido. 

Su labor es un faro que inspira, un laberinto que obliga a pensar, a dejarse arrullar por el vértigo de estar vivo y a tomar la responsabilidad de hacer del libro un amigo a quien hay que confrontar, escuchar, cuestionar y de quién hay que dejarse transformar profundamente. 

Antes de ellos yo sabía que las palabras me perseguían, que la literatura me había elegido a mí y no al revés, pero gracias a ellos supe descifrar los misterios de la palabra, supe cómo empezar a caminar por el sendero de las letras y empecé a crear una casa para las preguntas y para el error que quedara cerquita de la casa que tengo para el asombro. Porque aprender, leer, preguntarse sobre el mundo y pensar, implica errar y asombrarse al mismo tiempo, es una andanza por el vértigo y por la maravilla. 

Escribir sobre ellos no alcanza. No es posible que las palabras los cobijen o que digan algo de su labor porque su labor sobrepasa la literatura y la acoge como un mundo: el que lee no sólo lee libros, sino también rostros, gestos, mañanas y ayeres, ventanas y trenes. El que lee sabe leer lo que le rodea y sabe preguntarse sobre lo que le rodea. Es un lector de mundo más que un lector de libros, y eso lo enseñan, predican y aplican los profes que permiten que, como si fuéramos niños que escuchan atentos el vilo de una historia, nos maravillemos de los caminos de las palabras y de sus vertientes. 

Los profesores de Literatura hacen del conocimiento una fiesta y a la vez un abismo, en donde el aprendizaje se extiende infinitamente y la fuerza de la pregunta persiste. Escucharlos es asistir a un espacio inspirador, ellos se convierten en referentes tangibles de los sueños de aquellos que navegamos en el deseo constante de la palabra, pero también, son referentes para aquellos que tienen miedo de acercarse a la palabra, que la miran desde la esquina de una habitación con recelo, para que entiendan que el libro, la lengua, la palabra y la comunicación son entidades vivas que sólo tienen sentido cuando se acercan al corazón de los humanos, cuando nos recuerdan todo eso que somos: seres finitos, rotos y heterogéneos.

Sus labores han inspirado a muchos, y conmemorar a estos profes implica arriesgarse a no abordarlo todo, a quedarse a medias en la gratitud, en el reconocimiento, en las menciones a lo que han construido y derrumbado. 

Pero vale la pena. Porque si algo han enseñado ellos con su defensa a la palabra, es que lo que se dice se crea, la palabra crea y destruye mundos, el libro es un techo en el cual resguardarse y a veces también es un techo para derrumbar y confrontar. Por eso su labor no termina porque, así como el camino de la literatura se crea al andar, nuestros profesores son un faro que en ese camino se encargan de ser guía, abrigo y abismo. 

Última modificación realizada el 23/04/2025 10:17 por Natalia Lopez Soto
 
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