El arte de escuchar, un viaje a través del mundo coral
En la imagen Mauricio Balbín durante la más reciente edición del Concurso Coral Ascún Cultura, en Villavicencio.
• EAFIT es un epicentro cultural de la ciudad. A través de la creación, la difusión del talento y nuestra agenda de eventos nos hemos convertido en un punto de referencia para el arte, la música, el teatro, la danza o muchas otras manifestaciones. Y eso se debe, en gran parte, a los eafitenses que creen en esta apuesta.
• Uno de ellos es Mauricio Balbín Pérez, profesor de la Escuela de Artes y Humanidades y director del Coro Universidad EAFIT. Aprovechando que recientemente este grupo se llevó el primer puesto en el Concurso Coral Ascún Cultura, en Villavicencio, la estudiante Nina Landazábal entrevistó al maestro para conocer más sobre su pasión y acercarnos al mundo de la música coral.
La música. ¿Cómo decide alguien que se dedicará a la música? Cuando se trata de la influencia de este arte en la vida de ciertas personas, casi siempre se asume que tocan algún instrumento o que cantan... Pero y ¿si se van por el camino de la educación, de la dirección? ¿Cómo alguien termina recorriendo ese trayecto? Ese es el caso de Mauricio Balbín, el director del coro de la Universidad EAFIT durante los últimos 15 años. Egresado de la Universidad de Antioquia como educador musical, el maestro lleva 26 años dirigiendo coros y haciendo de su vida un mundo sonoro, donde el valor de esta bella arte no solamente ha moldeado su carrera sino también la forma de percibir su día a día. Entonces, la pregunta persiste, ¿cómo alguien termina dirigiendo un coro? ¿Qué hace que la experiencia coral sea tan especial? Nina Landazábal, estudiante del pregrado en Comunicación Social de la Universidad, realizó está entrevista para resaltar el recorrido y legado de este eafitense.
¿Cómo encontró esta pasión por dirigir?
Llegué por un accidente. Yo nunca pensé que iba a terminar dirigiendo un coro, pensé que iba a cantar en un coro profesional y a veces como solista... pero ¿terminar dirigiendo un coro? No, nunca lo pensé. Fue un accidente. Una compañera que estudió conmigo, Mónica Acosta, dirigía un semillero de un coro, muy importante de aquí de la ciudad, que se llama Tomas Luis de Victoria, uno de los coros más antiguos de Medellín. En un viaje a Europa con el coro, ella se quedó probando su suerte allá como artista. Entonces, en ese momento la Maestra Cecilia era la que dirigía el coro y le preguntó que quién iba a dirigir el semillero y [Mónica] dijo que tenía que ser Mauricio Balbín. Yo nunca había dirigido, había asistido a las clases de dirección coral en unos semestres de la carrera, pero, así como para dirigir en serio, pues no. Cecilia le dijo que no, que no era yo. Mónica dijo que no, que el candidato era Mauricio, que al ser educador él iba a tener mayor conexión con los estudiantes y que la experiencia la ganaba practicando. Fue muy duro, pero así llegué. Hoy en día ese semillero se llama Camerata Vocal de Medellín, que es mi coro. Fue un accidente, incluso los primeros meses yo decía “esto no es para mí”. Fue fantástico realmente, porque no fue un amor a primera vista, sino que fue aprender a querer, aprender a amar el arte de dirigir un coro.
¿Cuál fue el reto más grande cuando inició a dirigir?
El reto más grande, a nivel personal, era que me entendieran con el movimiento de mis manos, porque yo no tenía experiencia práctica. Tenía experiencia cantando, a mí me habían dirigido toda la vida. Yo veía a los directores que se paraban en frente de mí, analizaba sus gestos, cómo se monta una obra. De ahí yo saqué la experiencia, porque lo viví. Sobre todo, aprendí mucho de la Maestra Cecilia, porque yo canté en Tonos Humanos y en Arcadia. Esa fue mi experiencia y a eso se le suman las clases de la carrera en la Universidad de Antioquia con los maestros Carlos Rendón y Gustavo Yepes. Después, la Maestra Cecilia se encargó de formarme, de encaminarme. Luego, al estar en el semillero decidí hacer el Pregrado en Dirección Coral aquí en EAFIT, tomando las materias básicas de dirección.
“No fue un amor a primera vista, sino que fue aprender a querer, aprender a amar el arte de dirigir un coro”.
¿Cómo terminó dirigiendo el coro de la Universidad EAFIT?
Ese fue otro accidente. En Camerata, yo tenía un estudiante que se llama Felipe Alvarado. Él ingresó a estudiar música aquí en la Universidad y entró al coro. Yo estaba al tanto del repertorio del coro, pero solamente apoyaba con ciertas piezas cuando necesitaban bajos. Hasta que llega un día que Felipe me dice, “Mauricio usted tiene que dirigir el coro”. Yo le dije que no, pero en ese momento como jefe de Desarrollo Artístico estaba Elsa y ella me llamó y me dijo que iba a dirigir el coro... Yo le dije bueno. ¡Me tocó empezar de cero! Cuando yo recibí el coro universitario, tenía seis personas. No era “coro”, era “Ensamble Vocal Universitario”. Entonces, de la mano de Desarrollo Artístico, comenzamos a trabajar juntos. Recibimos a todo el mundo y llegaron más de cuarenta personas. Después de los primeros meses, no afinaban y no afinaban y yo le decía a Felipe Alvarado que yo me iba a ir. Yo ya tenía a Camerata Vocal funcionando muy bien, ya habíamos viajado al exterior y habíamos ganado algunos reconocimientos... ¿Volver a empezar? No, yo lo veía muy difícil. Pero Felipe estaba convencido que era yo. Fue muy duro. Entonces le propongo a Elsa que vamos a tener una metodología con los ensayos, vamos a practicar por voces y tenemos que viajar. Eso ayuda a que el coro crezca. Es ahí cuando la Universidad nos patrocina el primer viaje, nos fuimos a Perú. Fue una experiencia muy bonita en el sentido musical. Finalmente, logramos tener un muy buen nivel y seguimos viajando, asistiendo a concursos y festivales que van uniendo al coro.
¿Cuál es la importancia de estos concursos?
Yo pienso que es importante por la experiencia coral humana, a mí no me han gustado los concursos nunca. He estado en concursos, sí, pero no me gustan. Lo cierto es que si ayudan a que el coro se conozca, a que yo los conozca, a que ellos me conozcan, porque esa tensión del concurso demuestra cómo somos verdaderamente. El coro responde con su casta como es y responde a las horas de trabajo realizado, porque eso es lo que uno muestra. Es que la música da a uno lo que uno le dé a la música definitivamente. Entonces sí, los festivales y los concursos ayudan mucho a esa unificación.
“La música da a uno, lo que uno le dé a la música”.
Si bien queda claro cuál fue el trayecto que llevó al Maestro Balbín a ser el director coral que es hoy en día, también es pertinente saber cómo funciona un coro, cuál es la cultura detrás de este arte y por qué deberíamos prestarle atención.
¿Como funciona el proceso de selección de estudiantes, de voces?
La Universidad tiene una particularidad y es que nuestros estudiantes no son ajenos al lenguaje musical. Cuando quieren entrar al coro, es porque ya tienen unas bases. Casi siempre llegan afinados, pero no ensamblados. No saben que voz tienen. Entonces me toca hacer el trabajo por cuerdas – se les dice cuerdas a las cuatro voces principales de un coro: bajos (tonos graves), tenores (tonos agudos en el registro masculino), altos (tonos graves en el registro femenino) y sopranos (tonos agudos) – y luego por segundas cuerdas. Hacemos muchos ejercicios de respiración, ejercicios de emisión, ejercicios de escuchar al otro y escucharse a sí mismo. Ahora que tenemos semillero, se torna menos difícil la situación. Ahí recibo a todo el mundo. Entonces, comenzamos de cero y vamos construyendo un tejido: punto por punto. Voy preparándolos con el repertorio del coro universitario, así cuando pasan al coro ya se saben el material.
¿Cuál es el proceso de selección del repertorio?
El repertorio es una conversación con el coro. Es escuchar al coro, escucho qué puede cantar. Conozco buen repertorio, he cantado toda mi vida en coro y además me gusta investigar sobre el tema. También encargamos obras, eso me gusta mucho, encargarles obras a los compositores de acuerdo a las capacidades del coro. Entonces yo escucho al coro y digo si este coro puede cantar esta pieza o puede llegar a cantar esta pieza con estas posibilidades. Es decir, si les doy técnica vocal podemos llegar a cantar esta composición. Es un dialogo siempre, se trata de escuchar. Además, para mí un repertorio se compone de tres momentos: uno que sea fácil de montar, que se lo disfrute el coro y se monta en muy poco tiempo, un repertorio de recreación; el otro es el repertorio base, es el que el coro siempre ha tenido y lo va aumentando de a poquitos; por último, el repertorio de metas, puede que nunca se cante o que se muestre en algún momento, pero es más como un reto de montaje. Siempre intento estar montando en esos tres momentos.
¿Qué cree usted que la gente puede aprender de un mundo coral?
Hay muchas cosas que se pueden aprender. Lo más evidente es la música. Quien pasa por el coro sale con una literatura en su vida, tiene criterio, gusto musical, una estética. Lo otro, por ejemplo, es que en un coro hay unos ejes transversales muy importantes en el sentido profundo de lo que significa la palabra “política”: yo tengo que cantar de una manera política con el otro y para el otro. Yo no puedo destacarme en frente al otro. Cuando hay un solista, yo también soy importante, pero yo tengo que respetar lo que hace el solista; entonces, le hago un acompañamiento armónico melodioso para que el otro también destaque. El ritmo mío lo pongo al servicio del coro. La voz mía la pongo al servicio del coro. Tiene ese eje transversal del servicio. Este me cae mal, pero estamos cantando juntos: la música nos reúne por un rato. Se pierde ese pedazo de los desentendimientos humanos. La fuerza de la música. En el coro conozco de muchas situaciones, sé de los inconvenientes entre los seres humanos. Son situaciones que tengo que mediar, pero que cuando estamos haciendo la música después se me acercan y me dicen “qué es esta maravilla que estamos haciendo”. Para mí es importante que disfruten.
“La música nos reúne por un rato. Se pierde ese pedazo de los desentendimientos humanos”.
La experiencia de participar de un coro es algo que sencillamente solo se puede vivir en carne propia. Sin embargo, también es importante mencionar que en instituciones como la Universidad EAFIT estos grupos tienen mucho que dar y merecen mayor presencia dentro del campus. De hecho, el Maestro Mauricio Balbín acaba de llegar del Concurso Coral Ascún Cultura, en Villavicencio, donde el coro universitario se llevó el primer puesto.
¿Cuál es el siguiente paso para el coro de la Universidad EAFIT?
Hay varias cosas, por ejemplo, lo que se ha construido desde el año antepasado, que es el Sinfónico Coral, ha ayudado mucho. Ahora viene un primer reto que es grabar música contemporánea, que ha sido duro, pero ya casi estamos terminando. Ese reto yo siento que va a salir muy bien y creo que va a dejar la barra muy alta, entonces yo creería que sería ideal hacer otro Sinfónico Coral con la Orquesta.
¿Cómo cree usted que podría haber mayor presencia del coro en la Universidad?
Hubo un tiempo donde las universidades tenían una cultura coral muy grande. De los noventa hacia acá, fue disminuyendo. La parte coral se fomentará en colegios y universidades bajo este nuevo gobierno. La Universidad EAFIT tiene un apoyo muy bueno con el coro. Con el Ascún Cultura nos dimos cuenta de que realmente la Universidad si nos apoya bastante. ¿Quisiéramos tener más presencia? Claro, digamos que chévere poder hacer un encuentro, no necesariamente académico, pero sí de apreciación musical y coral una vez cada mes y medio. Invitar a las personas. Hacer música y literatura, hablar desde la literatura y como se trabaja desde ésta en un coro. Analizar cuál es el subtexto coral cuando la gente va a un evento y cómo los mismos cantantes entienden un texto y lo transmiten al público. A mí me gustaría hacer algo así.
Vivimos en un momento histórico para la música: ahora cualquiera puede producir desde su casa, los computadores han reemplazado a los instrumentos y hasta existen nuevas Inteligencias Artificiales que pueden producir una canción en cuestión de segundos. Sin embargo, la fuerza de la música es tal, que logra reunir a un grupo de 24 jóvenes dos veces a la semana para hacer música con sus voces. Seis horas a la semana donde, bajo el mando del Maestro Mauricio Balbín, estos jóvenes se olvidan de sus vidas y cantan para sanar, para conectar. En el sencillo arte de producir una armonía con la voz, el ser humano se acuerda de escuchar y en ese acto, la humanidad le gana a lo intangible de esta nueva era.