Actualidad eafitense
Entre máquinas, maderas y microscopios, florecen las historias de estos eafitenses en nuestro Centro de Laboratorios
Sabemos que están ahí, en los bloques 13, 14, 15, 19, 21 y 22; escuchamos el ruido que sale de esos espacios; y, desde las ventanas, vemos a los estudiantes y profesores desplazarse con sus batas y sus tubos de ensayo, pero ¿conocemos a las personas que están allí? Y aún más importante, sabemos cuáles son esas historias, anécdotas y pasiones que los motivan. Esta semana nos tomamos el Centro de Laboratorio para indagar un poco más en las vidas que, a la par de máquinas, experimentos y muestras, crecen y florecen en el Centro de Laboratorios.
Wilton Echavarría, una historia de vida tallada sobre rocas, para que perdure en la memoria
• Hay un viejo proverbio que dice que las cosas malas hay que escribirlas sobre arena para que se las lleve el olvido, y las buenas hay que tallarlas en piedra para que permanezcan por siempre. La historia de Wilton Echavarría, en EAFIT, está escrita en los cientos de rocas y minerales que hacen parte de los Laboratorios de Ciencias de la Tierra y que, tras 27 años de labores, hoy lo ratifican como el geólogo empírico de nuestra Institución.
• Esta semana, con micrófono y cámara al hombro, los realizadores del área de Contenidos de EAFIT nos tomamos el Centro de Laboratorios para conocer experiencias, anécdotas y trayectorias como las de Wilton, historias de vida de eafitenses que nos inspiran y que florecen entre máquinas, herramientas, instrumentos y talleres.
En un mundo de pesos pesados, la madera se abre camino de la mano de Óscar Ángel
• Cuando Carlo Collodi creó a su personaje de Geppetto, a comienzos del siglo XX, le dio una habilidad poderosa: la de crear vida a través de la madera. Eso no está muy alejado de lo que hace Óscar Ángel Torres en los talleres de madera de EAFIT, con la única diferencia de que este técnico no creó un hijo como Pinoccio, sino que, con su labor y sus manos, ayuda a materializar los sueños y las visiones de los estudiantes.
• En un mundo dominado por el metal, las herramientas pesadas, las calderas, los bioreactores o los supermicroscopios, la madera también se ha ganado su lugar como parte esencial del Centro de Laboratorios. Y, con ella, también el proyecto de vida de este eafitense.
Los laboratorios, territorios cada vez más conquistados por las mujeres
• Los de Biología son algunos de los laboratorios más nuevos con los que cuenta la Universidad. Desde allí, con la ayuda de agitadores, balanzas, freezers, esteremicroscopios, incubadoras y cámaras de anaerobiosis, entre muchos otros instrumentos, se apoyan las labores de docencia, investigación y extensión de EAFIT.
• Su coordinadora es Paola Rivera Patiño, una apasionada de las ciencias naturales desde que estaba en la escuela, y una científica que, como muchas otras en EAFIT, es inspiración para otras niñas y mujeres que tienen una vocación por el campo de las ciencias.
En el Centro de Laboratorios las máquinas también son grandes contadoras de historias
• Cuando uno entra al primer piso del bloque 19, o pasa por alguno de los talleres o laboratorios de los bloques cercanos, es fácil notar que siempre hay un sonido particular, un rumor que crece dependiendo de la hora o de las tareas del día, un ruido que ya está instalado en la rutina de quienes permanecen mucho tiempo en este espacio, al punto de ser casi imperceptible.
• Pero para alguien que no está acostumbrado, no es difícil notar que ese sonido lo producen las máquinas, las herramientas y los instrumentos en permanente actividad. Y cuando uno los escucha con detenimiento se da cuenta que, como las personas que los operan, ellos también nos cuentan sus historias. Recorrimos el Centro de Laboratorios para conocer algunos de esos objetos raros, únicos y especiales que lo habitan.
“Una de las más famosas”
Es como una celebridad entre el resto de equipos del Centro. Quizás porque por su tamaño que ocupa casi todo un salón, o también porque es la única mesa vibratoria suspendida sobre cables, y la más grande del país, según nos explica Bladimir de Jesús Rodríguez Useche, profesional del Laboratorio de Suelos, Concretos y Pavimentos.
Se trata de una plataforma construida por profesores de la Escuela de Ciencias Aplicadas e Ingeniería y que, a diferencia de otras que se mueven sobre rodillos, esta se puede desplazar hasta 10 centímetros, para simular el movimiento de las placas tectónicas en el caso de un sismo.
Sobre su área de 36 metros cuadrados se han levantado casas prefabricadas de tres pisos, tanques con líquidos, y otras construcciones de hasta 80 toneladas para que estudiantes, profesores e investigadores puedan ver cómo se comportarían durante terremotos de diferente intensidad.
Un gato de 10 toneladas impulsa esta mesa vibratoria en la que, desde su puesta en marcha, en 2010, ya se han hecho ensayos que han derivado en varias patentes para la Institución.
Como las parcas de la mitología griega, que hilaban, tensaban y cortaban el hilo de la vida de las personas, estas tres máquinas están casi que ligadas al nacimiento del Centro de Laboratorios de la Universidad, pero también a la vida de otras máquinas y herramientas que, gracias a su apoyo, han podido tener utilidad.
Son las rectificadoras cilíndrica, plana y de herramientas, tres de los primeros equipos que llegaron a la Institución en 1981, donados por el gobierno alemán, y las únicas testigos que quedan de esa época en la que el relacionamiento de la Institución con este país europeo, propició el nacimiento de pregrados como Ingeniería de Procesos e Ingeniería de Producción.
Los nombres suenan muy técnicos, pero básicamente lo que hacen es crear partes y repuestos para otras máquinas, y su manejo debe ser tan cuidadoso que hay que recibir una capacitación de varios meses para poder usarlas.
Hugo Osorio Pineda y Abraham García Naranjo son de esos pocos eafitenses que cuentan con el conocimiento para manejar “estas joyas”, como ellos las nombran. Ya son casi 25 años en esta labor y saben que el día que se vayan a jubilar, antes tendrán que entrenar una nueva camada de técnicos para reemplazarlos en esta responsabilidad.
Cuando se trajo a la U, en 1999, no había equipos así en el medio, por eso varias empresas y otras universidades vinieron directamente a EAFIT para hacer uso del Sistema de Trixial Dinámico, que con ciclos de carga y descarga de ondas, podía determinar los esfuerzos o deformaciones en suelos y superficientes.
Pero Bladimir de Jesús Rodríguez Useche, profesional del Laboratorio de Suelos, Concretos y Pavimentos, recuerda que los suelos fueron solo el comienzo, porque rápidamente se identificó que podía ser aplicado a otros materiales, como columnas, cauchos compuestos y hasta prótesis, convirtiéndolo en uno de los equipos más multifuncionales del Centro de Laboratorios.
Para ilustrar su funcionamiento podríamos pensar en un empaque de galletas. Detrás de cada envío en barco, en avión o en cualquier otro tipo de transporte, se debe tener previstas las sacudidas que tendría el empaque para evitar que el producto tuviera grandes daños. Y eso es precisamente otra de las labores que hace este sistema, simular dichos movimientos y ayudar a minimizar los impactos.
Con esta tecnología se ha podido determinar desde los efectos de los sismos hasta la posible duración de un pavimento. Y al ser uno de los pocos equipos de este tipo en una Universidad (la gran mayoría están en empresas), se ha posicionado como una herramienta muy útil para fortalecer el relacionamiento de la Institución con el sector industrial.
Para llegar al nuevo microscopio de barrido electrónico de la Universidad (SEM, siglas en inglés de Scanning Electron Microscopy), hay que dirigirse hasta lo más profundo del sótano del bloque 19 y recorrer varios pasillos antes de llegar a los Laboratorios de Física. Y, una vez allí, hay que entrar en un pequeño cuarto contiguo en donde, bajo ciertas condiciones de temperatura, se encuentra una de las herramientas más avanzadas de la Universidad.
En apariencia podría parecer pequeño para el alcance que tiene. Y es que, con su haz de electrones, que funciona dentro de una recamara interna de muestras, este aparato permite ver cosas que normalmente escaparían al ojo humano, como los componentes de un ojo de insecto, los detalles de un cabello humano, microorganismos más pequeños que una micra, nanofibras o moléculas.
Y es que cuando se trata de la observación hay varios niveles. Está lo que el ojo humano puede ver, que es aproximadamente desde un milímetro; están los microscopios ópticos que permiten ver a escalas de micrómetros; y, además, están los microscopios de barrido electrónico, como el de la U, que tiene un poder de resolución de hasta 100 nanómetros.
“Es decir, lo que vemos en ellos son morfologías, topografías, forma, composición, tejidos, lo que conforma la materia y lo que nos rodea”,
comenta Hérica Montoya Cardona, coordinadora de los Laboratorios de Física.
Los materiales han sido un aspecto muy importante para el ser humano desde la edad de piedra hasta la época actual de la nanotecnología y, en ese sentido, poder observar en profundidad de qué está hecha la materia, para poder identificar fallas y gestionar oportunidades de mejora, es un gran avance.