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20/05/2021

Actualidad eafitense​​

Hacia una ciudadanía digital íntegra, ética, responsable e informada​​


El diálogo completo se puede ver aquí​

• En la era del tweet y el retweet, del post en Facebook y las cadenas de ​WhatsApp, del compartir y del botón “me gusta”, o del exceso de información en redes sociales, se hace necesario hacer una reflexión sobre las implicaciones que tienen estas acciones y cuáles son las responsabilidades que tenemos como ciudadanos digitales.

• Sobre este asunto conversaron Perla Toro, responsable de comunicaciones de Comfama; y Jonathan Echeverri, docente del Departamento de Psicología de EAFIT, en el diálogo de integ​ridad ¿Para qué la ética en entornos digitales?, que realizó el Centro de Integridad de la Universidad el martes 19 de mayo.

No es algo nuevo que, desde hace varios años, los entornos digitales o las redes sociales se hayan convertido en un espacio de interacción social para las personas, lo que sucede es que ese proceso se ha acelerado considerablemente desde la aparición de la pandemia por covid-19, llevando a muchas personas a trasladar sus vidas, trabajos y realidades a estos escenarios. 

Por eso, en un mundo cada vez mediado por la tecnología, por el botón del me gusta, el retweet, los posts en Facebook o las cadenas de WhatsApp, se hace necesario conversar sobre las implicaciones que tienen estas acciones en la sociedad. Este fue uno de los propósitos del diálogo Ciudadanía íntegra digital: ¿para qué la ética en entornos digitales?, que convocó el Centro de Integridad de la Universidad el miércoles 19 de mayo, a través de la plataforma de Youtube.

La charla, que contó con la participación de Perla Toro Castaño, responsable de comunicaciones de Comfama; y Jonathan Echeverri Álvarez, docente del Departamento de Psicología de la Universidad, fue una oportunidad para hablar sobre la actividad política y democrática en lo digital, la formación de opinión, las responsabilidades individuales y de las instituciones en estos entornos, y los desafíos para ejercer una ciudadanía digital íntegra, responsable, ética e informada.

Para la comunicadora de Comfama, por ejemplo, la interacción digital es un acto político en sí mismo, pues estos espacios se han convertido en el lugar donde vivimos, creamos, pensamos, hacemos o nos educamos, impactando nuestra manera de trabajar, entendernos como sociedad, de transmitir conocimiento o de comprender el mundo.

Se trata de una opinión a la que también se sumó el profesor Jonathan Echeverri, quien agregó que “estamos frente a un momento histórico porque a medida que lo digital nos va introduciendo innovaciones técnicas y cambios culturales y comportamentales, se hace necesario y pertinente que el ejercicio de la ciudadanía digital se haga con ética”.

El académico menciona que esta debe ser considerada en dos vías: tanto en las personas que tienen el poder de organizar y crear espacios de interacción digital, como en los ciudadanos que navegan a través de estas arquitecturas de información, debido a que cada vez es más difícil distinguir la información que es verdadera de la que no lo es, y uno de los grandes retos que se tiene es el de la alfabetización y la formación en capacidades para poder discernir esto y formarnos nuestra propia opinión.

“Y no podemos olvidar que, cuando hablamos del mundo digital hablamos también de una realidad que es intervenida o construida, desde el ingeniero que piensa la idea hasta el algoritmo que la interpreta, y que muchas veces puede generar sesgos. Eso también afecta la opinión ciudadana”, expresa Perla Toro.

La ética más allá de lo normativo y vista como un aspecto cultural

Ambos conferencistas coincidieron en que, además de las responsabilidades individuales, también debe existir un compromiso por parte de las organizaciones. 

Para Perla, por ejemplo, las instituciones no se han hecho suficientes preguntas alrededor de la ética digital. La reflexión, para la comunicadora, tiene que ocuparse hoy de temas como el cierre de brechas tecnológicas -la pandemia puso en evidencia que no todas las personas tienen acceso a un computador o internet-, el manejo de los datos, la privacidad, o el exceso de información.

Dejar de ver la ética como un límite o como “lo que puedo o no puedo hacer”, y reconocerla como una posibilidad más allá de lo normativo, para que se vuelva un asunto cultural, de las personas, los gobiernos y las instituciones, y un rasgo observable en las acciones y comportamientos cotidianos es otro llamado que comparte Jonathan Echeverri. “Nos hace faltar hacer consciencia de eso ahora que estamos en esa transición al mundo de las industrias 4.0”.

Finalmente, los invitados a la conversación se centraron en los desafíos futuros para la construcción de una ciudadanía ética en la que será vital el desarrollo de capacidades para hacer mejores contrastes de la información que recibimos, el balance de visiones para evitar la polarización o las burbujas de información, las conversaciones en el nicho familiar, la pedagogía y la apropiación tecnológica.​​​​

Última modificación realizada el 20/05/2021 9:40 por Natalia Lopez Soto