Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Inicio de sesión
02/08/2017

Opinión

Déficit ecológico, integridad y desarrollo sostenible


Por Alejandro Álvarez Vanegas, profesor del Departamento de Ingeniería de Procesos. 
El profesor es, además, uno de los gestores de Café de Ciudad, un espacio para reflexionar sobre el cuidado del medio ambiente. 

• Alejandro Álvarez Vanegas, profesor del Departamento de Ingeniería de Procesos, envía un mensaje a los eafitenses, orientado a tomarse en serio el desarrollo sostenible a través del valor de la integridad.

• Para el docente alcanzar la integridad no es fácil, por lo que celebra la decisión de la Institución de contar con un Centro de Integridad, una dependencia que puede apoyar a la comunidad a tomar consciencia de este tema.


El Earth Overshoot Day es un cálculo aproximado del día en que, en un año, se han gastado todos los recursos que la Tierra es capaz de regenerar para esos 12 meses, es decir, da una idea del momento del año en el que agotamos los recursos disponibles para nuestro uso. Se le llama también el Día de la sobrecapacidad de la Tierra o el Día de déficit ecológico y, este año, se ubica en el 2 de agosto señalando que, a partir de hoy, seremos deudores y estaremos consumiendo recursos que corresponderían a 2018. 

En los años anteriores también quedamos debiendo y la tendencia indica que estamos agotando los recursos cada vez más rápido (8 de agosto para 2016, 13 de agosto para 2015), lo que implica que el mensaje sea aún más contundente: con nuestra economía lineal, nuestros hábitos de consumo y nuestros modos de producción estamos deteriorando el planeta y nos estamos tragando los recursos de las futuras generaciones.  

Por esto, en parte, se busca un desarrollo sostenible. Digo “en parte” porque además de ocuparnos de cuidar el entorno natural, tenemos que encargarnos del cuidado de nosotros mismos tanto en lo individual como en lo colectivo. No es producto de una visión romántica concebirnos como seres humanos solidarios -miembros todos de una sola familia humana- y debe ser obvio que como tales necesitamos, más allá de sobrevivir, llevar una vida digna en sociedad. 

Estos dos imperativos -el cuidado del planeta y el cuidado humano- no pertenecen, sin embargo, a agendas divergentes. Todo lo contrario: cuidar el entorno natural es velar por nuestro propio cuidado, pues el agotamiento de los recursos y el deterioro de los ecosistemas dificultan, hasta llegar a imposibilitar, la satisfacción de nuestras necesidades. 

No es solo entonces desde la lucha contra la pobreza y la desigualdad, o desde la búsqueda de la paz, de la salud y de la igualdad de género -por poner un par de ejemplos importantes- que la sostenibilidad se propone aportarle al alcance de una vida digna. Es también desde el cuidado y el mantenimiento de los sistemas ecológicos, para que sean sanos y funcionales, que el desarrollo sostenible puede ayudarnos a maximizar el bienestar colectivo. Esto está relacionado con la prestación de servicios por parte de los ecosistemas: degradar los ecosistemas implica reducir la oferta de servicios ecosistémicos de aprovisionamiento (como la comida y las materias primas), regulación (del aire y del clima, etc.), soporte (fotosíntesis y formación del suelo) y culturales (salud mental y valores religiosos y espirituales) que ellos nos prestan. 

Esta visión es un tanto antropocéntrica -pues la naturaleza tiene un valor intrínseco que va más allá de lo útil que nos resulte- pero es, sin duda, un buen primer paso para reconocer la importancia de un entorno natural sano.

Luego de decir esto quiero señalar que estoy convencido de que no es posible tomarse en serio el desarrollo sostenible si no se toman en serio las acciones por la integridad. La sostenibilidad es un asunto de justicia: de justicia intrageneracional, al querer garantizar que el acceso a los favores de la naturaleza sea para todos los que habitamos la Tierra; y de justicia intergeneracional, al querer brindar la misma garantía para las generaciones futuras. 

En mi opinión, un ser humano íntegro se define entonces, en gran medida, como una persona justa que no busca su beneficio a costa del sufrimiento de los demás integrantes de la comunidad (sin importar que esta sea tan grande como la comunidad planetaria y que el cuidado se extienda también hasta seres que todavía hoy no han nacido). Es alguien que pone en el centro de sus acciones el cuidado. 

Hay que entender que el maltrato a la naturaleza no solo le infringe sufrimiento a esta, sino también a todas aquellas personas que se ven vulneradas por esas afectaciones ambientales. No es solo ensuciar el aire, erosionar los suelos o contaminar las aguas, es generar riesgos de cáncer de pulmón, de deslizamientos, de desbordamientos y de intoxicaciones. 

Alcanzar la integridad no es una tarea fácil y por eso me alegra tanto que en EAFIT contemos con el Centro de Integridad para ayudarnos a hacerlo. En el Núcleo de Formación Institucional en Cultura Ambiental buscamos abrir cada vez más espacios para que los estudiantes de ecología y desarrollo sostenible, así como los demás integrantes de la comunidad universitaria a quienes llegamos, vean en el desarrollo sostenible, como lo expresa Gabriel Jaime Arango Velásquez, director de Docencia, “un asunto ético como responsabilidad frente al mundo”.

Las vías hacia la sostenibilidad pasan por la innovación tecnológica, por supuesto, pero es más importante examinarnos en nuestros valores, nuestras convicciones y nuestros principios. Hablé de integridad como algo externo, que se da frente a otros (el intento de un actuar justo en relación con todo y con todos), pero no se me iba a olvidar decir que eso que es tan importante afuera está en constante interacción con lo interno, lo que se tiene que dar desde adentro. 

Solo desde la apropiación de nuevos valores (y el fortalecimiento de algunos viejos) y el compromiso con un nuevo marco ético, podemos proteger nuestra casa común y habitar de forma justa y segura en ella. 

Sin importar que no sea muy católico que digamos, quiero cerrar reforzando este punto con lo que magníficamente expresa el papa Francisco en su Carta Encíclica Laudato Si’: “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”. La falta de integridad es una causa profunda de la degradación humana. Y es nuestro deber prestarle atención y trabajar en revertirla.
Última modificación realizada el 02/08/2017 9:05 por Monitoras Web EAFIT