Actualidad eafitense
El Poblado de San Lorenzo es la génesis
del Medellín de hoy
Como complemento del ciclo de conferencias 400 años de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá: la génesis de Medellín, en el campus de EAFIT está instalada una muestra gráfica con información e imágenes sobre el tema.
• Unas 80 familias de indígenas habitaron, en 1616, un asentamiento en lo que hoy se conoce como El Poblado. El caserío sentaría las bases para el nacimiento de la ciudad.
• En los 400 años de su creación, académicos analizaron, el miércoles 2 de marzo en EAFIT, su historia y legado desde la geología, la política, la religión, la arqueología y la biología.
Aunque el 2 de noviembre de 1675 aparece como la fecha en que fue erigida la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, durante muchos años la historia desconoció uno de los principales antecedentes de la fundación de la segunda ciudad más importante del país: El Poblado de San Lorenzo de Aburrá.
Se trató de un resguardo en el que fueron agrupados cerca de 80 indígenas varones, entre 15 y 55 años, con sus esposas, familias y pertenencias, y que fue levantado en 1616 por el visitador Francisco Herrera Campuzano en lo que hoy se conoce como el barrio El Poblado.
Este año, cuatro siglos después, investigadores de las universidades EAFIT, Nacional de Colombia, Pontificia Bolivariana y la Escuela de Altos Estudios Sociales de París se unieron para reivindicar el pasado de este poblado, desde diferentes perspectivas como la geología, la biología, la arqueología, la religión, la política y la simbología.
400 años de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá: la génesis de Medellín fue el nombre de este ciclo de conferencias que se realizó este miércoles 2 de marzo, en el Auditorio Fundadores de EAFIT. “Este es un día muy importante para nuestra sociedad, pues presentamos un estado del arte del proceso de poblamiento del Valle de Aburrá”, mencionó el rector Juan Luis Mejía Arango durante la apertura del evento.
El directivo destacó cómo durante las últimas décadas, la formación de nuevos historiadores en las instituciones educativas de la ciudad han potenciado la reconstrucción de este proceso de la historia. Y así lo evidenció la ponencia de Leonardo Ramírez Álvarez, politólogo de la Universidad Sorbona de París y Consultor en medicación intercultural.
“Este caserío no siempre ha estado claro en la memoria antioqueña, incluso en algunos documentos históricos se habla de un traslado desde San Lorenzo a la Villa de la Candelaria. Pero debe quedar claro que no se trató de un traslado, sino de un pueblo indígena que existió en El Poblado mucho antes de la Villa”, explicó.
Se trató de una afirmación que también corroboró Juan David Montoya Guzmán, magíster en Historia de la Universidad Nacional y conferencista del ciclo. Su exposición, Historia de los pueblos de indios en Antioquia, presentó como este asentamiento fue producto de varias expediciones de españoles.
“Estas expediciones que partían de lugares como Cartagena, Santa María la Antigua del Darién o Lima, entre otras, iban en busca de oro, pero en el camino se encontraron con diferentes provincias de indios con culturas similares”, mencionó.
De esta manera, Herrera Campuzano tuvo la iniciativa de agrupar a miembros de tribus de ebejicos, nutabes, brutos y maníes en un resguardo al que bautizó con el nombre del santo. No se trató del único en su tipo ya que el visitador y oidor real también ayudó a crear, al menos, otras siete naciones indígenas de este tipo en el departamento.
Y aunque Antioquia ha sido sinónimo de riqueza aurífera, contrario a la creencia popular los habitantes de El Poblado de San Lorenzo no contaban con este elemento, y se caracterizaban por ser la despensa de otros asentamientos como los de Zaragoza, Cáceres, Remedios, entre otros.
Un pueblo entre quebradas
400 años desde la perspectiva geológica es un pestañeo. Por eso, para Pablo Castro López, profesor del Departamento de Geología de EAFIT, la historia del Valle de Aburrá se remonta a más de 3 millones de años gracias a la formación de diferentes rocas metamórficas.
Para el investigador, sin embargo, no se trata de un hecho muy lejano a la historia actual, pues destaca que los primeros pobladores ya extraían del suelo una arcilla color naranja para sus construcciones y que, hoy en día, continúa caracterizando las edificaciones de la ciudad. Se trata de un material al que, más tarde, se le sumó el roble. Según Carlos Monsalve Marín, magister en Bosques y Conservación Ambiental, y docente de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín, el ingreso de este árbol a la región data de 500 años atrás.
“Pero nuestros ancestros disfrutaban de un ambiente muy rico y con una biodiversidad propia. Más tarde, este se vería alterado para darle respuesta a la masificación de su población”, apuntó, y destacó que algunos de esos vestigios todavía pueden apreciarse en los páramos de Belmira y del Sol, en Urrao.
Igualmente, Pablo Aristizabal Espinosa, doctor en Arqueología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, fue el encargado de acercar a los asistentes a algunas de las costumbres y formas de vida de los aburraes, a partir de los diferentes hallazgos arqueológicos encontrados en la ciudad.
“Los hallazgos de tumbas, necrópolis y restos en los últimos 50 años apuntan a que, anteriormente, existieron otros asentamientos cercanos a quebradas como Aná, Niquía o La Iguaná, entre otras”.
Según el arqueólogo, el levantamiento de El Poblado de San Lorenzo obedeció no solo a una estrategia por su cercanía a las quebradas, sino a una continuidad cultural de las prácticas de los pueblos que siempre habían habitado la región.
El encuentro finalizó con una reflexión de los docentes de la Escuela de Humanidades de EAFIT Adolfo Maya Salazar y Juan Camilo Escobar Villegas, quienes hicieron un recorrido por la historia de los relatos escolares sobre la fundación de Medellín y evidenciaron la desinformación sobre estos pueblos.
“En sus narrativas, el relato escolar exaltaba permanentemente al conquistador y minimizaba las complejidades aborígenes y africanas. No se puede aplaudir el progreso sin memoria y, por ese motivo, es necesario tener un diálogo permanente con el pasado que nos de pistas para el presente”, concluyó Adolfo Maya.