Las imágenes fueron captadas por el fotógrafo en diferentes recorridos realizados por la cordillera a lo largo de ocho años.
• El Centro de Artes de EAFIT es, por estos días, y gracias a las fotografías de Camilo Echavarría, una ventana que divisa la cordillera que viaja por América del Sur.
• El artista colombiano exhibe hasta el 21 de julio su exposición Atlas de Los Andes, que reúne fotografías, animaciones fotográficas y sonidos.
Al entrar se siente el sonido de las cigarras. Un banco de madera invita a sentarse. Al fondo, sobre una pared blanca, aparece la fotografía de un río de aguas arenosas fluyendo entre montañas coronadas por nubes. Pero algo llama la atención al ojo atento: las nubes cambian de forma y las aves que sobrevuelan las aguas avanzan entre un cielo que se enciende como fuego y se cubre luego de negrura. Después, hay un corte y todo se aclara de nuevo. El coro de cigarras es reemplazado por el bullicio de las aves, y el valle de la imagen, que se creía carente de movimiento, revela el paso de un nuevo día en cuestión de segundos.
Este mágico lugar, que permite viajar en el tiempo entre agua y vegetación, se encuentra en el Centro de Artes de EAFIT (primer piso de la Biblioteca Luis Echavarría Villegas), en las que se exhibe, desde el miércoles 11 de mayo hasta el jueves 21 de julio, la exposición Atlas de Los Andes, una serie de fotografías y animaciones fotográficas en las que el artista colombiano Camilo Echavarría inmortalizó con su lente lo hallado en cientos de caminos, carreteras y senderos, durante ocho años de recorrer dicha cordillera.
En las imágenes, la nieve de un nevado parece estar viniéndose abajo por la cara cobriza de la montaña; aparece el agua en todas sus manifestaciones -neblina, lago, arroyo, nube-; se resalta el verde intenso del bosque; se ven árboles solitarios en colinas; y se percibe la presencia sutil del hombre en la figura de una casa en el horizonte, un sembrado o una portería de fútbol construida con troncos y cuerdas.
Sobre esta colección de recuerdos visuales, Conrado Uribe Pereira, curador de la exposición, asegura que la factura de la obra de Camilo obedece a "un respeto doble para con el arte y la ciencia. En primer lugar, emplea diferentes estrategias visuales y conceptuales de artistas y fotógrafos viajeros que levantaron representaciones visuales entre los siglos XVII y XIX de los territorios de los "nuevos mundos" y, en segundo lugar, recoge con rigor la fidelidad descriptiva que caracterizó las representaciones realizadas por quienes encabezaron dichas expediciones".
Algunos de los referentes históricos mencionados por Uribe pueden verse en medio de la exposición en exhibidores cubiertos con paneles de cristal. Allí reposan dibujos a lápiz, pinturas en acuarela, fotografías a blanco y negro, grabados y mapas trazados a mano en libros antiguos, acompañados por textos en español y alemán, en los que aparecen apellidos como Humboldt, tan significativos para la comprensión de la geografía colombiana.
Sin afanes
El espacio y el tiempo son esenciales en la obra de Echavarría. El manejo de ese primer elemento en las imágenes que componen la exposición se evidencia, según Juan Antonio Agudelo Vásquez, coordinador de Extensión Cultural de EAFIT, "porque en muchas de esas fotografías se entrecruzan paisajes antagónicos que pueden ser antípodas, es decir, estar en lados contrarios de los Andes y del mundo, remitiendo a la idea de que la Tierra es una sola".
En palabras de Camilo Echavarría, en sus fotografías no existe ninguna intención estética en particular. Estas son el resultado de una aventura que puede realizar varias veces al año y para lo que no tiene una preparación específica, más allá de verificar algunas rutas a través de herramientas de Google Maps.
Al describir su proceso, el artista puntualiza que ha recorrido muchas montañas sin ningún afán: "cuando viajo, voy a un ritmo diferente del de la vida y el trabajo diario. Llego a un lugar y trato de mantener un perfil bajo. Recorro carreteras y caminos principales y, a veces, una ruta entre montañas. Llego a un lugar y observo mucho. Me preocupo inicialmente por estar simplemente en él. Luego tomo las fotografías".
Sobre los montajes en la exposición que incluyen sonido y sucesiones de imágenes para mostrar el paso del tiempo en varios lugares de los Andes, a la que define como columna vertebral de los países que atraviesa, Camilo manifiesta que mediante esas herramientas busca expandir la instantaneidad de la imagen fotográfica para dar cuenta de paisajes visitados o imaginados en su niñez y observados hoy con la introspección del adulto, dos momentos que, según explica, se funden en su memoria.
Esa pasión puesta en cada movimiento del dedo para apretar el obturador se transmite de diversas maneras al observador final, pero no deja indiferente a nadie. Quizás, por eso, Natalia Valencia, asistente a la exposición, señala que se siente impresionada por la capacidad del fotógrafo "para transmitir la imponencia de paisajes que están tan cerca de nosotros, pero parecen de otro mundo".