• El filósofo iraní Ramin Jahanbegloo reflexionó, el miércoles 25 de septiembre, sobre la búsqueda de la excelencia como un proceso colectivo que no termina y que es un fin en sí mismo.
• La charla se desarrolló con motivo de la cuarta fase del programa Atreverse a Pensar, titulada ¿Una vida ideal, perfecta o mediocre? Ser mejor un camino de excelencia moral.
Las civilizaciones que han trascendido en la historia comparten una característica: todas privilegiaron una visión armoniosa del mundo, en la que la excelencia era el ideal por alcanzar. Para los griegos era la areté, que se refería a una vida noble y buena. Para los romanos la humanitas, que se traducía en el refinamiento de la educación. Por el contrario, las que escogieron la violencia se extinguieron.
Con esta afirmación Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, inició la conferencia ¿Una vida ideal, perfecta o mediocre? Ser mejor un camino de excelencia moral, que se desarrolló en el Auditorio Fundadores, el miércoles 25 de septiembre.
El evento hizo parte de la cuarta fase del programa Atreverse a Pensar, una iniciativa de carácter institucional, que nació en 2011, y que plantea una reflexión alrededor de la ética y los valores en una sociedad que requiere de ambos conceptos para no naufragar en el fraude, el dinero fácil y el salto de la norma.
“Estos peligros están latentes, en parte, porque nos olvidamos de leer los clásicos y en estos se habla de lo que significa ser mejor, pero no en términos de fama, dinero o reconocimientos, sino para crecer en sociedad”, explicó Jahanbegloo durante su intervención.
Para salvar al mundo, dice el doctor en Filosofía de la Universidad de la Sorbona en París (Francia), es preciso volver a darle valor a la excelencia como actitud guía de todas las acciones de las personas. Pero para poder lograrlo, lo primero que hay que entender es que la excelencia no es una meta concreta, sino un proceso de nunca acabar, que además es colectivo.
La excelencia es, entonces, una serie de continuas elecciones que privilegian lo ético. Sin embargo, para escoger bien es preciso cuestionar el propio pensamiento, las decisiones y la existencia misma, un ejercicio que requiere de autocrítica y constancia.
Al indagar por el porqué de las cosas se crea un nuevo marco de pensamiento en el que la comunidad ocupa un lugar central. En palabras de Jahanbegloo, “no somos Robinson Crusoe”.
El otro soy yo
Al pensar en los demás, comentó el iraní, no se debe hacerlo en términos de competencia, de ganadores o perdedores, sino de aliados con quienes se construye y comparte. Así, las sociedades que viven en la excelencia son las que sobreviven.
“Tu podrías decir: ‘no me importa nada ni nadie, todo puedo hacerlo solo con mis cosas’, pero eso significa que tú tampoco le importarás al mundo. Por ejemplo, cuando Nelson Mandela estornuda a todos los preocupa, todos quieren que esté bien. En cambio, todos piden que Bashar Al Assad (presidente de Siria) la pase mal”, anotó.
La preocupación por uno y no por el otro tiene que ver, indicó Rahanbegloo, con su excelencia, con la manera como han vivido su vida, y por el bienestar y el buen ejemplo que le han dejado a la comunidad global.
En la cabeza y el corazón de las personas quedan aquellos que le han dado un sentido profundo a la vida, que han sido nobles y que han luchado contra la mediocridad y la banalidad, los dos enemigos más peligrosos de la humanidad.
Los verdaderos líderes poseen excelencia porque escuchan y aprenden, porque tienen empatía y piensan en los demás. En este sentido la actividad política se debe encaminar a la organización de la sociedad, no a la consecución del poder o al uso de la violencia.
Sobre un eventual posconflicto en Colombia, el humanista comentó que los mandatarios, si son excelentes, deberán propiciar la reconciliación nacional y un cambio en la mentalidad, donde el yo se remplace por nosotros.
Para finalizar dijo que invitaciones como la que le hizo la Universidad son prueba de que el país quiere pasar la página, pues si quiere aprender de la excelencia es porque está encaminado hacia esta.
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