• La profesora Sonia López Franco invita a los empleados eafitenses a pensar sobre los riesgos y posibilidades que plantean las relaciones que se dan entre las personas que conforman un grupo.
• Para esta integrante del Comité de Convivencia Laboral (ConvivEAFIT), la reciprocidad es un factor fundamental que permite compartir la pluralidad de mundos y aprender más allá de las propias convicciones.
Una de las funciones del Comité de Convivencia Laboral de la Universidad (ConvivEAFIT) es la de prevenir el acoso laboral. Dicha función nos convoca a muchas reflexiones sobre lo que implica trabajar juntos y las queremos exponer para propiciar un intercambio de opiniones con la comunidad eafitense.
Es connatural al hombre ser gregario, vivir en grupo, trabajar en compañía. De hecho casi ninguna labor se realiza de manera individual, pese a las responsabilidades de cada sujeto en cualquier tipo de trabajo.
No obstante, la necesidad de estar juntos lleva consigo reglas propias de los agrupamientos y un orden que comprende riesgos y posibilidades. Los riesgos se tornan críticos cuando no existe una consciencia de su manejo y las posibilidades se pierden si no se dan las condiciones para detectarlas.
Los riesgos se originan en medio de tensiones y desencuentros entre los sujetos que laboran juntos, cuyas consecuencias conducen a juzgar las maneras de hacer o decir.
Ese juicio puede llegar a desencadenar actos de irrespeto, expresados de manera verbal o simbólica, por ejemplo, hacia las diferencias ya sea de clase, de credo, de pensamiento y de carácter.
Otro riesgo es el abuso de poder. Se abusa cuando se intenta dominar las acciones del otro con el uso de expresiones desobligantes, deslegitimadoras y despreciables; con la presión de realizar labores que no corresponden o negándole las mínimas herramientas para hacerlo; con la asignación de tareas y jornadas que desbordan las capacidades humanas.
En cambio, las posibilidades son incalculables y dan cuenta de la capacidad de los hombres gregarios de negociar, de compartir, de aprender del otro, de sobrevivir, de alcanzar metas grupales e individuales.
La posibilidad de entablar relaciones afectivas, profesionales y políticas da cuenta de esa urgencia de estar juntos. Una de las características por las que se reconoce la viabilidad de una relación respetuosa en el trabajo es el acto recíproco.
La reciprocidad no se refiere a pensar igual o a estar de acuerdo siempre. Más bien se trata de la presunción de igualdad, es decir, que el acceso a la palabra es igual para cada participante de una conversación; quien exige, también debe cumplir; quien tiene derechos, tiene obligaciones.
Lo contrario a la reciprocidad es la imposición, la obligatoriedad, el mandato. La reciprocidad es una actividad de la interacción y al mismo tiempo es un instrumento indispensable para estar congregados, para con-vivir de manera consistente. De hecho, se habla de reciprocidad entre un subordinado y un superior, entre un alumno y un profesor, entre un conferencista y un asistente, porque quienes laboramos juntos somos tanto agentes como pacientes de la labor que se lleva a cabo; somos tanto activos como receptores del intercambio laboral.
Gracias a los riesgos y a las posibilidades podemos trazar líneas entre las relaciones vulnerables a las rupturas y las que son consistentes y permanentes. Dependerá, en gran parte, de la reciprocidad que se logre en las diferentes interacciones en las que se pueda compartir la pluralidad de mundos y aprender más allá de las propias convicciones.