• En la vigésimo séptima edición de la Feria del Libro de Bogotá se presentó, el sábado 3 de mayo, el libro El ideal de lo práctico de Frank Safford, texto que reeditó esta dependencia de la Universidad.
• El lanzamiento contó con la presencia del autor y del historiador colombiano Jorge Orlando Melo, quienes comentaron en Corferias la pertinencia de las tesis que expone la obra.
Un libro accidental. Así califica el profesor Frank Safford El ideal de lo práctico, una investigación sobre los comienzos de la educación orientada hacia los estudios científicos y técnicos en Colombia entre los años 1821 y 1903.
“En 1965 llegué a Bogotá con el propósito de completar mi tesis doctoral sobre comercio y empresas en Colombia central, pero al adentrarme en el archivo personal del general Pedro Alcántara Herrán me llevé una gran, y grata, sorpresa”, recordó Safford en el lanzamiento de su obra, que tuvo lugar el sábado 3 mayo en la Feria del Libro de Bogotá.
En el evento, que moderó el historiador Jorge Orlando Melo, el profesor de la Universidad de Northwestern (Estados Unidos) manifestó que en su búsqueda, hace casi cinco décadas, encontró un paquete de cartas escritas al General cuando este servía como embajador de la Nueva Granada en los Estados Unidos en 1845.
Lo que le llamó la atención de estas cartas era “la preocupación que manifestaban los padres granadinos de la época, quienes querían que sus hijos recibieran una educación práctica”. Incluso, agregó Safford, uno de ellos escribió: “No me importa que mi hijo saque un grado, póngalo en una fábrica para aprender cosas prácticas”.
Del libro, editado por el Fondo Editorial Universidad EAFIT, el colombianista destaca dos capítulos: Los estudios en el exterior (capítulo seis) y El Colegio Militar (capítulo siete). El primero cuenta las experiencias de los estudiantes que se fueron a las universidades de Estados Unidos e Inglaterra, quienes, relata Safford, al regresar al país estaban descontextualizados de la realidad nacional y carecían de conexiones.
Por el contrario, los que se formaron en el Colegio Militar, que empezó a funcionar en 1848 y que sería la base de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia tuvieron, gracias al apoyo que la institución recibió de parte del general Tomás Cipriano de Mosquera un papel protagónico en el desarrollo de la infraestructura del país.
Las cosas poco cambian
La importancia de la investigación que realizó el profesor Safford, expresó Melo durante el lanzamiento, tiene que ver, por un lado, con que evidencia que en Colombia sí ha habido una preocupación por hacer de la educación una herramienta para transformar el país, pero, por otro lado, que la realidad muestra que siguen siendo muchos los que aspiran a doctores pero que poco les interesa la formación práctica.
“Aquí la tecnología ha estado lejos de la vida diaria, no se hacen desarrollos que transformen la cotidianidad. Solemos quedarnos en la teoría”, expresó el historiador colombiano.
Durante el conversatorio, Safford comentó que en investigaciones más recientes descubrió a un personaje trascendental en la historia de la educación del país, Manuel Ancízar Basterra, uno de los fundadores de la Universidad Nacional de Colombia y el primer rector de ese claustro educativo.
Recordó que aunque Ancízar era abogado de formación siempre dirigió sus esfuerzos a la consecución de fondos para crear, en la Universidad, laboratorios de ingeniería y física, y que, además, fomentó la instrucción técnica y mecánica.
El papel de este educador progresista fue corroborado por Melo, quien concluyó el evento con una de sus citas:
“Queremos que la riqueza venga a golpear a nuestras puertas, sin que nos tomemos siquiera el trabajo de salir a tomarla en las fuentes que la contienen. Aquí, en vez de armonizar la inteligencia con los brazos, como en los Estados Unidos, para que la ciencia eleve la industria a la generalización de la idea, y la industria concrete las generalizaciones de la ciencia, el trabajo material y el pensamiento andan reñidos. Tan pronto como el hijo de un artesano adquiere algunas ligeras nociones de letras, le da de mano al oficio de su padre, se ruboriza al oír hablar de su origen, se acomoda a la ociosidad del corrillo y aspira a un empleo público. El libro y el arado son incompatibles; la pluma y el martillo son irreconciliables. Queremos vivir de abstracciones, alimentarnos de palabras, alejarnos de la clase trabajadora, respirar el aire de las teorías. El colegio es la antítesis del taller. Nos parece un contrasentido que quien hace muebles haga también versos y estudie los principios de la ciencia”.