• Con frases como “Hay quienes creen que todo el mundo tiene un precio” se invita a pensar sobre uno de los problemas que enfrenta el país: el dinero fácil.
• Se trata del programa de Atreverse a Pensar que, en su cuarta fase, busca generar espacios para la reflexión sobre ser mejor en todos los ámbitos de la vida.
Desvío de recursos, fraudes, carrusel de la contratación, apropiación indebida, enriquecimiento ilícito, falsificación de documentos, estafas al fisco, abuso de autoridad, conflictos de intereses, cohecho, soborno, extorsión y malversación de caudales son solo algunos de los temas que pululan en las noticias del país, y que se han vuelto comunes en el diario vivir.
Sin embargo, el hecho de que sean comunes no implica que se tengan que aceptar o que, por esta razón, pasen al terreno de la legalidad. Todo lo contrario, los colombianos deben abogar por una vida más justa en todos los ámbitos de su vida, consigo mismos y con los demás.
Así lo concibe el programa Atreverse a Pensar que, en su cuarta fase, trae la reflexión sobre el ser mejor. Con esto la apuesta es a lograr una transformación cultural, principalmente en la comunidad universitaria, a través de la reflexión sobre la ética en la nueva generación de profesionales íntegros que sean capaces de preguntarse y auto cuestionarse por la realidad que enfrenta la sociedad.
Así, cada una de las etapas de este proyecto se ha manejado a través de una serie de frases que plantean reflexiones frente a temas que están en boca de la sociedad.
En el tema de la reputación, por ejemplo, la reflexión parte del hecho de que es frecuente escuchar: “Lo digo, pero no lo sostengo”.
En otros asuntos, se trae a colación la frase del ciclista Lance Armstrong, acusado de dopaje, quien declaró: “Debía ganar a cualquier precio”. Y, frente al individualismo, que se antepone al bien común, hay quienes dicen: “Yo estoy en lo mío, no me importa lo de los demás”.
Hay que atreverse a pensar
Y con el tema de la corrupción hay quienes creen que “todo el mundo tiene un precio”.
Este último, de manera particular, tiene una relevancia especial en Colombia, porque la corrupción, aunque se padece a gran escala en el país, también tiene que ver con esas acciones deshonestas que, en el día a día, practican algunos ciudadanos en espacios académicos, laborales y hasta personales.
“En una sociedad como la contemporánea, de manera especial la colombiana, donde los escándalos de corrupción son tan frecuentes, una frase como “Todo el mundo tiene un precio, cobra una vigencia importante”, explica Nathalia Franco Pérez, jefa del Fondo Editorial y líder del programa Atreverse a Pensar.
Colombia, por ejemplo, en 2012 ocupó el puesto 52, entre 177 países, como estado fallido. Ubicándose en el segundo lugar, después de Haití, entre los países de América.
Un estado fallido, de acuerdo con la revista Foreign Policy, que publica este ranking, se determina con base en diferentes indicadores que hacen referencia a una serie de condiciones que debilitan al Gobierno en relación a la demanda económica, política y social que hace la sociedad.
El término también se utiliza en el sentido de un Estado que se ha hecho ineficaz al momento de cumplir las funciones que le han sido asignadas, en materia de seguridad, justicia, transparencia y desarrollo social y económico.
Así mismo, la ONG alemana Transparencia Internacional, publica cada año un ranking sobre percepción de la corrupción, de acuerdo con el que Somalia es el país se percibe como el más corrupto, con ocho puntos. También aparecen otros países como Haití con 19 puntos y Paraguay con 25 y, no muy lejos de estos está Colombia con 36 puntos, frente a otros como Chile que suma 72 o Finlandia, Dinamarca y Nueva Zelanda con 90.
El problema, tal como lo plantea el programa de Atreverse a Pensar, nace cuando los seres humanos se acostumbran a una constante social. Las personas se han dedicado a la creación y validación de espacios donde el que hace trampa sobresale frente al que es honesto.
En la sociedad se critica al ciudadano cuando hace una reflexión ética, pero se enaltece al que se salta la norma porque va en contra de los políticos corruptos, por ejemplo cuando no paga impuestos.
“La invitación es a pensar que no solamente el corrupto es el que roba a gran escala, el político que está comprometido en un contrato indebido, sino también las personas que en el día a día cometen actos de deshonestidad”, reitera Nathalia Franco.
Así pues, en esta cuarta fase, la invitación a ser mejor no implica tener mejores calificaciones, ni mucho menos tener un cargo de director en una empresa multinacional. Ser mejor es un compromiso con la integridad, la excelencia, la disciplina. Es el resultado de una convicción que vuelca la reflexión a la individualidad de cada persona.