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08/04/2019

​Actualidad eafitense

Las implicaciones de la tecnología vistas desde
la ética y la integridad


El encuentro tuvo lugar el viernes 5 de abril, a las 10:30 a.m. en el 19-501.

• Juan Cristóbal Cobo Romani, director de la Fundación Ceibal; y Diego Ernesto Leal Fonseca, director del Centro de Excelencia de EAFIT, hablaron sobre los avances de la tecnología y las brechas que deja en la sociedad desde puntos de vista educativos, políticos y sociales, entre otros. 

• La conversación, moderada por Nathalia Franco Pérez, jefa del Centro de Integridad, estableció reflexiones sobre el rol de los gobiernos y de la sociedad civil y su responsabilidad para crear políticas claras y seguras en el uso de redes sociales. 


Estudios demuestran que, en promedio, los seres humanos dedican nueve horas del día a navegar en internet, tres horas y 31 minutos a interactuar en redes sociales, tres horas y 11 minutos a ver televisión y una hora y dos minutos a escuchar música. También se estima que en el país hay cerca de 32 millones de usuarios en Facebook, 12 millones en Instagram, 2 millones más en Twitter y 2.8 en Snapchat. 

Y esas cifras que, según Nathalia Franco Pérez, jefa del Centro de Integridad, significan logros en algunos sentidos, generan al tiempo múltiples preguntas a las que EAFIT quiso abrirles un espacio en la conversación La integridad en la tecnología: construyendo ciudadanía digital, que tuvo lugar el viernes 5 de abril, a las 10:30 a.m., en el bloque 19-501.

En la discusión, que pretende generar reflexiones sobre los avances de la tecnología y la estrecha relación con los seres humanos, participaron Juan Cristóbal Cobo Romani, profesor del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford y director de la Fundación Ceibal; y Diego Ernesto Leal Fonseca, director del Centro de Excelencia de EAFIT. Aquí algunas de sus apreciaciones.

Los centros tecnológicos como epicentros para cerrar brechas

Para Juan Cristóbal ver el panorama desde el ámbito global implica encontrarse con avances y con nuevos centros dedicados a la tecnología y la virtualización, pero con las mismas periferias de siempre.

“Una de las ironías es que las sociedades no son unidimensionales, es decir, que en América Latina tenemos varias revoluciones al tiempo: agrícola, industrial, de conocimiento y quizá ahora una de inteligencia artificial o procesamiento de datos. Otra que es interesante es que en la era pos industrial hay dicotomía entre los trabajos rutinarios y los que son más cognitivos o creativos (conocidos como cuello azul y blanco), pero en la última ya se encuentran riesgos por los servicios outsourcing y los tercerizables, lo que genera un cambio interesante en términos de demandas laborales y trae problemas a estructuras que creíamos inamovibles”, dijo el experto.

Por su parte, Diego subrayó que los nuevos centros tecnológicos son importantes porque en la medida en la que el cambio tecnológico se acelera las brechas se amplían, y lo que es necesario para el análisis de datos masivos e inteligencia artificial requiere de una base de interpretación de datos mayor.

Sin embargo, añadió que cuando se mira el contexto latinoamericano no se encuentran estos sitios, así que el futuro los espera, aunque de manera desigual, pues hay lugares que tienen oportunidad para aprovechar esas capas de trabajo, pero otros en los que no es tan fácil.

“En China hay un buen ejemplo porque tiene un entorno político de buen manejo. Ellos en poco tiempo recolectaron cantidades de información sobre sus ciudadanos para comenzar a generar soluciones en términos de inteligencia artificial. En los últimos 30 años han ocurrido cambios y se han creado nuevos marcos de competencias; en ese momento nosotros, tratando de cerrar esas brechas, nos ponemos ansiosos y a correr sin darnos cuenta de que abrimos más. Me pregunto qué sectores serán capaz de jugar en las condiciones que se nos crean en este momento y como sociedad qué harán los que están en ámbitos vulnerables”, reflexionó Diego.

Los riesgos del mercado laboral por la tecnología y la virtualidad

“En la época en la que vivimos, si bien hay ubicuidad de servicios, usted puede usar la tarjeta de crédito en cualquier país y conectarse al correo en cualquier lugar del mundo, pero esta característica no se transfiere de manera transparente a la ubicuidad tributaria y regulatoria, y los Estados –que tienen la responsabilidad de manejarlo-, se han descuidado en estos 30 años que tenemos de estar conectados a internet”, explicó el profesor Cobo.

El experto agregó que hay riesgos de desempleo y los estudios plantean que en el futuro próximo se puede esperar que un 30 o 50 por ciento de la población se quede sin trabajo, porque el mercado laboral hoy en día está en proceso de exclusión, tercerización y automatización.

La pregunta es si las instituciones educativas y el mercado laboral vamos a estar en condiciones para adaptarnos a ciclos de cambios y cómo haremos para que estos no beneficien a los de siempre y perjudiquen a los mismos. Producto de esta concentración -que podemos llamar Amazon, Facebook, Google o Microsoft, donde está nuestra atención, tiempo, datos y tráfico de información- podemos plantear que América Latina está llegando tarde porque no hay discusiones en este sentido”, expresó el experto.

De otro lado, Diego Leal recordó la historia cuando se hablaba de los abusos laborales en Estados Unidos, un país en el que un gobierno logró acotar el problema con un replanteamiento de reglas. “En la actualidad pasa lo mismo, pero no hay un gobierno que lo haga algo concreto. Tenemos empresas gigantescas que van moviendo su producción y acceso a datos por todo el planeta y pienso que el problema ético del sector empresarial no tiene que ver solo con la tecnología de moda, sino con la lógica subyacente al sistema capitalista en el que nos encontramos”.

Potenciar la capacidad docente y trabajar en el tema de infraestructura

“Estamos forzando algo para tratar de incorporar la tecnología, cuando sabemos que esta tiene una razón distinta con el uso de espacio y tiempo, pero queremos enseñarla en 45 minutos. La tecnología es un puente que conecta disciplinas, saberes y competencias, pero queremos arrastrarla y está comprobado que los nativos digitales no existen y que la destreza instrumental no va a acompañada de la capacidad de análisis”, aseguró Cristóbal al referir que en esta era de ‘Smart-zombies’ se debe pensar en hacer pausas para reflexionar e incorporar la tecnología a las destrezas que ya se tienen.

Para responder a la pregunta, Diego dio cuenta del trabajo con instituciones de educación básica y media que realiza EAFIT para integrar tecnología en ambientes escolares. “Por ejemplo, cuando uno hace este tipo de conversaciones asume que hay capacidades en estudiantes, docentes e infraestructura; pero cuando uno va a lo largo y ancho del país se encuentra con que el problema de conectividad no está resuelto, que las máquinas están guardadas y que todo está por hacer. Eso me lleva a pensar en que la discusión regional desde la gestión política, que se ha movido hacia ciertos usos de la tecnología, sería posible si lo de fondo estuviera resuelto, pero cuando se ve la realidad no es así.

Nosotros le apuntamos aponerle piso a ese trabajo. Es cierto que nuestro entorno está lleno de personas que apenas se conectan con estos temas y entonces hay un reto de cualificar más la conversación del sistema de innovación educativo respecto a lo que se hace con la tecnología y las claves de relación con los humanos.

Está el reto de trabajar con servidores públicos, emprendedores, gente que ofrece servicios e investigadores para que cualifiquemos de manera más homogénea la conversación. No solo se trata de pensar cómo desarrollar capacidades tecnológicas, si no también sombre cómo salimos de la inocencia digital”, anotó Diego.

Los ciudadanos son responsables de los datos y la privacidad en redes sociales

Para Juan Cristóbal los ciudadanos tienen bastante responsabilidad en este tema. Entrar de manera gratuita, no leer términos y condiciones, estar en condición de indiferencia o no saber qué micrófonos se dejan abiertos al bajar una App, por ejemplo, tiene que ver con la precaución de cada uno.

“En segundo lugar, mientras ponemos de manera constante nuestros datos tenemos que buscar mecanismos con mayor transparencia para entender dónde están, quién los usa, bajo qué condiciones, con qué tiempo y con cuáles características. Y, por último, los Estados y la sociedad civil tenemos que exigir esos mecanismos porque hoy en día no existe nada de eso”, agregó.

Por su parte, Diego recalcó que se trata también de orden personal, de interés por lo que se hace en redes y de las precauciones que cada uno tome. “También es cierto que es posible gestionar la propia huella digital, pero esto implica un mayor nivel de conocimientos técnicos”.

La necesidad de formar ciudadanos analíticos

“Creamos un poder que hoy no podemos administrar, no hay forma de que estas plataformas con tantos millones de usuarios tengan posibilidad de prevenir acciones que generan repudio en el mundo. Ahí es donde me pregunto ¿en qué minuto decidimos como sociedad que las redes pueden definir lo que podemos o no hacer?

Es cierto que estas redes deben tener mayor vigilancia y monitoreo y el Estado debe penalizarlas cada que excedan y crucen la línea. Debe haber mayor vigilancia desde la ciudadanía, mayor transparencia y mayor rendición de cuentas”, señaló el docente Cobo.

Cristóbal opinó, además, que los dispositivos son diseñados para capturar la atención de las personas. Aspectos como el reconocimiento de pares y el afecto son administrados de forma permanente para mantener un estado de alerta y de atención. De ahí que la gran mayoría de seres humanos revisen su celular antes de dormir e inmediatamente se despiertan.

“Hay estudios que demuestran que aquellos usuarios que son más intensivos en las tecnologías tiene sensación de angustia, soledad y depresión e incluso suicidio. Esto nos aleja de lo que está cerca y nos acerca a lo que está lejos, pero la sobreexposición no es a costo cero. Hay que aprender a desconectarse y no se trata de apagar el celular sino de aprender a ser ciudadanos inteligentes”, explica.

A este comentario, Diego sostuvo que lo digital es un refuerzo de lo que se vive en el día a día, pues muchas veces se habla por chat con personas con las que se estuvo de manera presencial un par de horas antes.

“También hay potencial en eso, a veces nos podemos conectar con otras personas en países diferentes que aportan ideas valiosas, pero lo que ha ocurrido es que hemos cedido ese control a las redes sociales. Entonces creo que, por un lado, está el asunto de poder cualificar si esos fenómenos que le atribuimos a la tecnología están ocurriendo a gran escala o están focalizados en ciertas comunidades específicas, y también analizar que es parte de la responsabilidad personal decidir si queremos esa soledad y entender qué va en lo tecnológico y qué va en la vida real”, analizó el eafitense.

¿Cómo comprender y construir una ciudadanía digital?

Según el profesor de Oxford hay que pensar que a los problemas complejos hay que darle soluciones complejas. Hacer un análisis de beneficios, prejuicios, comunidades perjudicadas y situación actual es parte del ejercicio para poder construir la respuesta.

“No podemos quitar el concepto digital, pero debemos cuestionarnos cómo hacer que todos tengan derechos y que todos tengan que asumir la responsabilidad que implican los espacios digitales. El pensamiento crítico, la capacidad de cuestionar, evaluar y decidir cómo leer sigue siendo la mejor App que podemos instalar” destaca.

De otro lado, Diego reconoció que hay un asunto retador y es mantener el debate activo, discutirlo con más vehemencia y luego resolver asuntos éticos que tenga cada región. En Colombia, por ejemplo, considera que hay mucho trabajo por adelantar desde las entidades públicas y desde las instituciones educativas para que abran espacios de reflexión con respecto a este tema.
Última modificación realizada el 08/04/2019 10:48 por Aura Maria Giraldo Murcia